El Educador Social y la E.P.A
El Educador Social ,y la Educación Permanente de Adultos con discapacitados intelectuales
Juan Puig Blanco.
Por mucho tiempo se ha entendido la discapacidad intelectual como una condición característica a la persona, que limita el desarrollo de sus capacidades cognitivas, sociales, comunicativas, adaptativas, etc. Hoy se sabe que la discapacidad intelectual es una condición con características genéticas y otras particulares, dependiendo de cada individuo
Hoy en día la discapacidad intelectual se entiende desde un enfoque multidimensional que reconoce su origen y sus manifestaciones están dadas por múltiples factores, que son el resultado de la interacción entre la persona con discapacidad intelectual limitada y su medio.
Hoy podemos decir que, gracias a una mejor atención social y sanitaria, las personas con discapacidad intelectual también envejecen, al igual que el resto de la población
Las personas con discapacidad intelectual acuden a la Asociación, según su bagaje educacional, de formación y laboral enmarcado dentro de la vida familiar y social, pueden responder a uno de los siguientes grupos:
Personas procedentes de instituciones residenciales donde, en algunos casos, la estimulación no se ha trabajado con la misma intensidad ni desde la misma metodología que en servicios para personas con DI, caracterizándose dicha atención por ser menos tendente a la participación y al desarrollo de actividades preventivas y habilitadoras, basándose más en una atención asistencial.
Personas procedentes de otros centros y servicios de atención a la discapacidad, bien de la asociación, bien de otras entidades, que han recibido estimulación continua, entrenamiento y un mantenimiento de habilidades y desarrollo de capacidades; también han realizado tareas
ocupacionales y laborales, adquiriendo destrezas en la vida personal, en la comunidad y en la vida laboral, lo que implica, por regla general, envejecer mejor y de forma más activa y saludable.
Personas procedentes de sus hogares familiares que no han acudido nunca a ningún centro ni servicio, para las que todo resulta novedoso y estas situaciones diferentes y nuevas pueden ser, o fuente de satisfacción, o motivo de frustración e inseguridad. Mantienen, en algunas circunstancias, comportamientos desajustados a su edad y presentan habilidades que no se corresponden con sus capacidades, siendo capaces de aumentar, a través de la intervención estimulativa, su autonomía, su seguridad y adquirir nuevas destrezas, teniendo siempre en cuenta el envejecimiento que están viviendo y los déficits o deterioros que les pueden acompañar.
Las personas que acuden a la asociación tienen que enfrentarse a una doble dependencia, la que acompaña a su discapacidad y el rechazo muchas veces de la sociedad.Así pues, supone la atención integral y continua, porque pretende una atención social y “espiritual”, tanto en la familia como en la comunidad, una atención personal, que se ocupe de la salud mental y física y una atención emocional a través de los cuidados afectivos.Este modelo apuesta por una integración lo más saludable, ya que la persona discapacitada intelectual posee capacidad de aprendizaje y de relación afectiva socialNos parece importante incidir en los contenidos de salud (nutrición, higiene, sexualidad, tratamientos farmacológicos) desde la prevención hasta los cuidados paliativos, en el mantenimiento, la recuperación y la rehabilitación (fisioterapia, logopedia y psicomotricidad), sin olvidar las terapias ocupacionales desde las que trabajar las habilidades adaptativas (destrezas en la vida personal, en la vida en el hogar y en comunidad). Todas estas intervenciones nos acercan a la calidad donde los cuidados afectivos nos garantizan la calidez en el proceso de atención.
La atención, por tanto, va encaminada a mejorar y mantener la calidad de vida, aminorar y paliar las dependencias parciales y totales, aliviar y minimizar el dolor y el sufrimiento cuando estos existan.En este modelo, la intervención del educador social responde a un proceso de atención centrado en la persona, en el desarrollo de su proyecto de vida, en ser el protagonista de su historia personal, familiar social y en vivir su discapacidad con plenitud y que sea realmente, de acuerdo a sus intereses, significados personales, y deseos; para ello es necesario trabajar desde los conceptos de autogestión, autodeterminación y autonomía personal, apoyando el desarrollo y el mantenimiento de las capacidades de cada una de las personas, y frenando la pérdida de éstas con una
intervención desde la animación estimulativa que dé continuidad a los procesos de habilitación y rehabilitación en contextos normalizados.El papel del educador social será relevante y significativo, siempre que esté enmarcado en el trabajo interdisciplinar, asegurando la calidad en la atención de las personas mayores.Las siguientes líneas de actuación son las que orientan, encaminan y dirigen la labor del educador social:
Diseño de los programas para la estimulación y el mantenimiento de capacidades y para el desarrollo de destrezas en la vida personal, en la vida en el hogar y en la vida en Comunidad.
Diseño de los apoyos individuales en la consecución del proyecto de vida.
Acompañamiento y relación de ayuda a la persona atendida y a su familia
Intervención y atención en las habilidades básicas de la vida diaria, en las habilidades instrumentales y en la movilidad con el fin de mejorar la autonomía, las relaciones sociales y la afectividad.
Desarrollo de los programas preventivos y habilitadores.
El ámbito de la discapacidad es para el educador social un campo donde desarrollar plenamente su perfil profesional, que abarca una intervención en todas las dimensiones de la persona (psicológica, física, social y afectiva) desde la animación, la estimulación, la prevención, la relación de ayuda y la habilitación.
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